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Tres Chihuahuas

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Barzi, Vie Dic 15, 2023 2:17 pm

Todo empezó con un accidente hogareño de lo más estúpido. Sara se tropezó con una alfombra arremangada de la sala de su casa, trastabilló y se derrumbó en cámara lenta antes de golpear con la frente la punta de la mesa del comedor. Un golpe seco y contundente que le abrió un tajo encima del ojo izquierdo, justo en la ceja, que le hizo brotar una enorme cantidad de sangre. Antes de perder la razón, tuvo una instancia de lucidez en donde se quiso recomponer, pero un dolor agudo la impidió moverse. En la caída su pie izquierdo se torció a tal punto que el hueso débil del tobillo se resquebrajó un poco por su sobrepeso y otro poco por los 78 años que lleva a cuestas. Pudo girar un poco su cabeza para encontrarse con un zapato de tacón tirado a un costado. Intentó gritar para pedir ayuda, pero inmediatamente supo que era inútil. Sara vive sola y no se habla con nadie desde hace tiempo. Se peleó con su hermana, porque cree que sus sobrinos quieren su herencia. Sara prefiere que su casita de toda la vida se desgaste en el tiempo antes que dejársela a esos pendejos mal agradecidos. Los vecinos tampoco son una opción. Por más que intente conectarse, lo más probable es que la ignoren, de la misma manera que Sara los viene tratando desde tiempos inmemorables. Entonces vencida, cierra sus ojos inundados apoyados en un charco rojo y lo último que ve, antes que se apague la luz, es a su amado Chicho, el preferido de sus perritos, lamiendo su sangre como si fuera el más rico de los néctares. No le lame la herida, no le cura con la lengua el tajo cortado de donde brota lo último que le queda de vida, sino que el perro que Sara crío como un hijo, bebe cuan vampiro extasiado en una orgía de sangre.

Antes de volverse inconsciente escucha a lo lejos el retumbar en el piso de cerámicos las pezuñas de los otros dos perros que vienen repiqueteando y cruzando la cocina como dos trombas, hasta que se detienen patinando cuando Chicho los frena plantado firme. Basta un gruñido, para que los otros dos retrocedan y giren para el lado de los pies rotos. Luego de liberar su territorio, Chicho continúa bañándose en el néctar que brota de la cabeza de Sara. Los otros dos buscan opciones, Pimpa se queda frente a la expuesta tibia que deja asomar una pequeña punta y la lame hasta dejarla con brillo y cuando logra limpiar hasta el último resabio de sangre, continua saciando su sed, con la sangre alrededor de la obesa pierna, primero lo hace delicado, con la lengua yendo y viniendo, pero luego hunde un poco más su hocico manchando su bigote de rojo y cuando no hay más empuja con su cabeza escarbando debajo de los pies, cada tanto frena, levanta la cabeza y muestra de forma graciosa los dientecitos de adelante. Con su cara payasesca se detiene, mira a Chicho y a Tobías y luego continua.

El cuerpo de Sara yace boca arriba, está inmóvil excepto en los espacios donde sus tres preciosos la revuelven, ahi esos pliegues bailotean entre sus hocicos. En un momento hay una resurrección, Sara vuelve y escupe baba, es Tobías el que se detiene al ver ese movimiento, entonces deja la tibia y empieza a escalar por los muslos, pasar por la cadera, atravesar los pechos y sentarse en el cuello. Sara abre un ojo y lo ve en primer plano. Siente la lengua de Chicho en su oreja y le da cierta cosquilla, pero ahora se detiene en los ojos de Tobías que apuntan a su boca. No se demora mucho más antes de tirarse de cabeza a su comisura para lamer esa baba, y parece que le gusta porque después sigue la ruta de saliva hasta llegar a su boca, y aunque Sara intente hablar no le salen palabras y cuando intenta abrir la boca es Pimpa quien anticipa a Tobías y se lanza en picada a esa cavidad metiendo sus piecitos adentro y empieza a rascar la lengua y llega con sus garritas a la campanilla, golpeándola como si se tratara de un saco de boxeo. Sara revolea los ojos, tiene una, dos, tres arcadas, hasta que no soporta más y lanza todo lo que le queda en el estómago. Su Boca es un volcán de lava y los tres perritos bailan alrededor recibiendo con alegría como si fuera el regreso de la lluvia tras una larga sequía. Es el último resabio de vida de Sara. Se va ahogada, sin sangre ya que ofrecer. Chicho, Tobías y Pimpa pasan semanas hasta que los rescatan. Cuando los encuentran los 3 sentados mueven su cola y lloran de felicidad alrededor del cuerpo obeso de la vieja. Junto a ellos el cuerpo fraccionado de Sara. Las últimas semanas tuvieron que compartir.
Fueron los vecinos los que denunciaron el olor insoportable. Los tres chihuahuas viven ahora en un refugio. En un diario zonal fueron noticia.