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Conversar con el autor / ¿Qué esperan los que esperan? A juzgar por los cuentos de Vanesa Gómez, las esperas funcionan como limbos, pausas, antes de un estallido que acaso nunca llegue. Algunas veces –y en narrativa sobre todo– es mejor así. Es mejor imponer el poder de la insinuación.
¿Quiénes esperan aquí?: una gata abandonada que encuentra una manera de ¿vengarse? de su dueña distraída; una familia que observa, día a día, el avance del agua, el advenimiento de la inundación; una nena inquieta y sus primos que miran cómo el abuelo cava y cava, medio loco, al margen de la familia; una mujer que lleva años sin ir al cine y su marido que la lleva a ver una de Van Dame; unas vacaciones interminables en un chalé retorcido que no permite que nadie lo abandone; una nena que junta, peso sobre peso, para llegar a las muñecas de Sailor Moon, y su tío desesperado… y más, más personajes desplazados, personajes raros –sí, muy raros–, gente que piensa y se comporta con la lógica absurda de los que esperan. Vanesa Gómez escribió un volumen de cuentos sobrios y bellísimos, con el resplandor de la ansiedad como la primera de sus armas. Las otras armas vienen –y eso es notable y encantador– del goce y las ganas de narrar. MARIANO QUIRÓS Publicado en la colección "Cielo de claraboyas", dirigida por Mariano Quirós y Sebastián Grimberg |
| Así escribe: "El muñeco apareció a la cuarta noche. No era un
muñeco en realidad. Mamá dijo que era un tótem.
Papá dijo que era una escultura. Los tíos y las tías
lo miraron y no dijeron nada. Que era feo, nomás.
Tallado en madera. Un cacique. Daba impresión verlo.
Tenía una mirada fija, severa. La tía le quiso hacer
una broma al tío y puso el muñeco en la cama. Uno
de los primos se fue a acostar y se puso a llorar y a
gritar desconsolado cuando descorrió las frazadas y
encontró el indio. La tía se enojó, nos retó a todos y, en
medio de la discusión, papá le tiró el indio a la tía que
no llegó a atraparlo; el muñeco cayó de la escalera y
se le rompió el pie. Buscamos el pedazo faltante, pero..." / VANESA GÓMEZ nació en Rosario en 1986, ciudad donde vive. Es escritora, profesora de Filosofía y coordina talleres de escritura. Publicó los libros Saudade (poesía, primer premio Concurso Adolfo Bioy Casares, 2011), Sirena entre los dedos (cuentos, primer premio Concurso Río Ancho Ediciones, 2013). En el umbral (novela, Le Pecore Nere, 2018). Participó de las Antologías Rosario se lee (Casa Grande, 2018), Premio Mujica Laínez XV Edición, (Indie Libros, 2021) y Tempus Fugit (poesía, 2022).
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Darle al pico, listo el pollo, la piel de judas, metele pata, como bola sin manija. Las voces de Alberto Fernández San Juan tienen un efecto que gatilla dentro nuestro, en lo profundo. Su narrativa transmite contenido, -subjetivo, social, existencial- pero también establece contacto con el lector por la cadencia interna de su prosa, por esa manera reconocida en que hablan sus personajes, que es única y a la vez universal. Sus maneras pintan en nuestra mente una familia, un barrio, maneras de vivir y de ver el mundo; irradian sentido y nos transportan a un zaguán o a un porche, a una plaza o a una iglesia, una oficina, un tren o un tranvía. Los lugares en estas historias son cercanos: familias en sus casas, en ese barrio o pueblo chico. Pero como toda buena literatura, lo que sucede dentro aparece vagamente ladeado e incorrecto. El drama de la vida, tratado con impertinencia y desfachatez, hace que estos cuentos nos interpelen. Alberto Fernández San Juan subvierte lo cotidiano volviéndolo inquietante y extraordinario. Entonces una madre abandona a sus hijos; las viejas son decrépitas y los chicos impertinentes. Claro que esa hilaridad sardónica -con aires de Copi, Manuel Puig, Aurora Venturini- encubre una visión seria de las cosas, donde lo más humillante y espantoso está, pero sin que nos demos cuenta. Como ese trago amargo y vivificante al mismo tiempo, estos cuentos, reconfortan y nos vuelve más empáticos con la tragedia del mundo. Laura Galarza |
| Así escribe: "Desde las mesas vecinas, parecen turnarse algunas de mis viejas compañeras de
curso para venir a saludarme. Vienen cargando algún bebé, o con chicos a la rastra. Me dicen dos pavadas y se vuelven a su mesa enseguida. Las tres marías ya tienen organizada
su mesa como un clan familiar autónomo. Cuando me estoy convenciendo de que armaron
esta mesa para mí sola, veo que se aproximan Coca y Graciela, vestidas casi iguales, sobrias, sin colores estridentes, apenas maquilladas. Parecen contentas de verme. No bien
se sientan, empiezan a hacerme preguntas que me descolocan: si me casé, si me separé, si tengo novio, si tengo hijos, si me gusta alguien de la fiesta. El interrogatorio de “Revista Hola” se interrumpe cuando, siempre torpe, se abalanza sobre la mesa Guillito, el traga del curso. Habla hasta por los codos; no se le entiende nada. Las chicas aprovechan para hacerle el cuestionario amoroso. Quedan dos sillas vacías. Cuando el animador da la orden de sentarse, estas se ocupan. Una de las recién llegadas es Marcela. A la otra no la
reconozco enseguida. Cuando me saluda con apatía, me doy cuenta de que es la que llegó en quinto año. Marcela está tal como la recuerdo: enérgica, suave, lejana. Me saluda como
si apenas me conociera. Pensar que éramos inseparables las tres, hasta que Silvana y yo
nos fuimos a estudiar... " / ALBERTO FERNÁNDEZ SAN JUAN es escritor, actor, dramaturgo y director teatral. Obtuvo la Beca Familia Podestá en 1996. Como narrador, se formó con Sandra Russo, Guillermo Saccomanno y Hebe Uhart. Publicó "Mal llevados" (Paradiso, relatos, 2019) y "Más vale una oración que una lágrima" (Paradiso, novela, 2022). Como dramaturgo es autor de "Lunamante", "Garras de seda" y "Buenas y Santas". Participó de las antologías "Letras desde el encierro" de PEN Internacional Puerto Rico y "Así vivimos", de PEN
autores latinoamericanos. | |
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