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Conversar con el autor / Había una vez un cuento. Brillaba con un final sorprendente. Nuestra memoria lectora lo recuerda, lo busca, pero no lo encuentra. Hemos proseguido luego nuestra extensa vida lectora siempre con el mismo afán: encontrar eso que alguna vez nos conmovió, esa perla, ese aleph que es y en el que descansan todas las historias. Fabiana Galcerán lo ha encontrado. Palabra de honor. Cada uno de sus relatos lo atestiguan. Una mujer a la que se indica una cura con plantas exóticas. Otra que habita una casona solitaria súbitamente invadida. Un marchand que descubre a un artista genial e insensible. Una inquietante caja china. Puede ser en la oscuridad de la selva, o en el medio del corazón de la ciudad, cada cuento se abre como la flor al misterio de su perfume y nosotros, trastocadas abejas lectoras, vamos a su encuentro con aquel mismo entusiasmo volador. Se trata de cuentos actuales. Se trata de cuentos antiguos. Lo uno en lo otro. Lo otro en uno. MARIANO DUCROS |
| Así escribe: "Cuando mi viejo profesor de la Facultad de Cien-
cias, doctor Keenan Rosener, murió a nueve mil ocho-
cientas cuarenta millas de su hogar, toda la comuni-
dad entomológica quedó en shock. Me unía a él un
gran afecto y respeto por su trabajo y por su trayec-
toria; iba a extrañar nuestra rivalizada amistad, surgi-
da de la discusión sobre diversos factores como, por
ejemplo, las divergencias acerca de las modificaciones
antropogénicas en el suelo: ¿cambian la ventaja com-
petitiva de una especie sobre la otra? Esas discusiones
nos apasionaban y les destinábamos largas horas de la
noche y varias copas de brandy. Siempre me habían
sorprendido la profundidad de su intelecto, su men-
te brillante, sus múltiples hipótesis." / FABIANA GALECERÁN nació en Buenos Aires. Estudió idiomas y cursó Historia Antigua en el Metropolitan Museum of art de New York. Es narradora y fotógrafa. Profesora de piano y solfeo, egresada del Conservatorio Williams. Cursó la carrera de Escritura Narrativa en Casa de Letras. Concurrió a numerosos cursos y talleres literarios, entre ellos los de José María Brindisi, Ariel Bermani, Pablo de Santis, Fernanda García Lao, Cecilia Sorrentino, Mónica Sifrim, Santiago Llach, Hugo Correa Luna, Mariano Ducros, Marcelo Guerreri y Pedro Mairal. Intervino, además, en antologías de cuentos dentro de Argentina y en el exterior. Tiene dos hijos. Actualmente vive en Buenos Aires. | |
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Conversar con el autor / ¿Qué es un milagro en esta tierra? ¿Qué no lo sería? El nombre de todos los árboles narra la historia de un hombre consagrado a alentar un prodigio que salve a su hija de la mudez y la parálisis. La palabra milagro proviene del latín miraculum y esta, a su vez, de mirari: admirarse, maravillarse. Sugiere el asombro por las cosas del mundo y del propio sujeto. El asombro intrínseco, reflexivo de lo vivo -a veces dulce, a veces terrible - que estremece cuerpos, ideas, espíritus.
El nombre de todos los árboles bascula entre géneros; va y viene de lo neo a lo retro. Una suerte de road movie medieval donde suenan voces contemporáneas y suceden peripecias en paisajes extraños, con guiños bien familiares que defraudan cualquier intento de anclaje histórico. Además de árboles, este universo se expande y nombra un sinnúmero de ramificaciones y raíces. En la intimidad de los vínculos, en los accidentes geográficos, en el azaroso encuentro con unos y otras que depara el derrotero. Martín Florio escribió una novela de otro tiempo dentro de este tiempo que aborda el milagro y el horror de amar, de morir y trascender en el fabuloso, espinoso desierto de la vida. IOSI HAVILIO |
| Así escribe: "Jonás se levanta primero y despierta al hijo mayor.
Se desplazan en la penumbra y salen al patio. Una niebla
espesa envuelve el paisaje. Se turnan frente al barril, se
lavan la cara, los sobacos, los brazos. Abren el portón y
hacen salir a los bueyes. Cuando la primera claridad del
día entra en la casa María despierta a los más chicos.
Edith y Gaspar duermen uno encima del otro, enredados
en las mantas y cubiertos por una capa de paja. María les
sacude el pelo y la ropa. Luego va en busca de Ana. Le
acaricia la frente hasta que su hermana abre los ojos. La
ayuda a sentarse, le limpia la cara con una tela húmeda,
la lleva a hacer sus necesidades, la peina. Daniel aviva
las brasas en el fogón y coloca unos leños encima. Con
un palo empuja la tapa de la chimenea, en el techo, y el
humo que se acumula en torno a las vigas comienza a
despejarse." / MARTÍN FLORIO nació en Buenos Aires, en 1972. Estudió realización cinematográfica en el Instituto de Arte Cinematográfico de AveIlaneda (IDAC). Trabajó como realizador, productor y director creativo para compañías de medios televisivos. Trabaja como quionista y desarrollador de contenidos audiovisuales. El nombre de todos los árboles es su segunda novela. | |
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