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Mujeres que sobreviven donando aquello que, en realidad, les es arrebatado. Que intentan sostenerse en un mundo machista donde el precio por vivir a veces es tan alto que conduce a la muerte. Gisela Ceconi construye en esta novela una voz propia que es vehículo de denuncia de aquellas que no tienen voz. Aunque se trate de ficción, le da forma al dolor que sucede ante nuestros ojos sin que podamos verlo. Esa realidad que somete a las mujeres a un sistema opresor que las usa y las descarta en nombre del deseo de maternidad ajeno, a cambio de una retribución que nunca resuelve el problema, sino al contrario. Vivimos una época atravesada por el cinismo y la injusticia: que una novela los denuncie y lo haga con honestidad intelectual y contundencia, convierte a Las invisibles en una obra necesaria y urgente, un testimonio de una época que pide a gritos el compromiso de sus artistas. Enzo Maqueira. |
| Así escribe: La cumbia sonaba descontrolada en el barrio desde hacía horas.
Varios parlantes se disputaban el poder de la musicalización del
pasillo. Elena lavaba una taza con restos del té de boldo que acababa
de tomar para aliviar las náuseas. Al mediodía había empezado el
dolor estomacal, al que se le sumaba una migraña provocada por la
batalla musical de sus vecinos. De repente tuvo que inclinar su cuerpo hacia adelante. Se tomó con ambas manos la parte baja de su vientre, flexionó levemente las rodillas y su cabeza quedó apoyada en la bacha. Una mueca dura se le dibujó en la cara; le hizo fruncir la frente, trabar la mandíbula. No quería gritar y asustar a su hermana, que dormía una siesta tardía en la otra habitación. Algo en su interior le decía que, esta vez, las cosas no se habían dado como en las anteriores. Lo sabía. Lo temía. Era la quinta vez que lo hacía en lo que iba del año y no había tenido nunca un dolor así. En general se hinchaba como un sapo luego de la cuarta o quinta inyección, le pesaban las piernas, se le inflamaban los pechos, que hasta secretaban líquido. Engordaba, cambiaba su humor, sentía sofocones, pero esto no. Esta sensación de un cuchillo clavado en sus ovarios no la había sentido nunca. A duras penas llegó a sentarse en la silla... G. L. CECONI nació y creció en Recreo y vive en Rosario, Santa fe. Es escritora y médica. Ha recibido premios y distinciones con cuentos y relatos breves en concursos nacionales e internacionales, y ha sido antologada en dos colecciones de cuentos: C.I.C.R.E.A 2023 y Concurso nacional de cuento San miguel de Tucumán 2022. Publicó su primera novela Un muerto en las macetas del balcón en 2020. Las invisibles es su segunda novela. | |
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Reunir narra la historia de una familia que se enfrenta a los cambios que provoca el deterioro y la muerte de uno de sus miembros, la abuela. En el relato, compuesto en dos partes, Ruinas escrita de manera coral y Ruidos contado por el abuelo ya viudo, se acercan las vivencias, las percepciones, las angustias, los deseos y las decisiones, muchas veces contradictorios y en tensión, que transitan y toman la enferma y sus seres queridos, y ya después los deudos. La historia nos enfrenta a situaciones que inevitablemente ocurren y nos interroga acerca del por qué y del para qué de la vida, y bucea en la construcción de los recuerdos y la memoria, y en cómo se proyectan nuestros seres queridos en nuestras vidas. Cómo vivieron, qué nos dejan, qué significan, cómo encaramos la ausencia, el duelo y la presencia latente y viva de los muertos. Una familia integrada por unos abuelos, los hijos, los colaterales, los nietos y hasta una bisnieta, todos sin nombre y sin más identificación que la relación familiar que ostentan, nos permite reflexionar sobre estas cosas y sobre los sentimientos y las reacciones que generamos las personas. Mariano Liszczynski, con un leguaje preciso, logra sintetizarlo. |
| Así escribe:
Cabeceo, hago alguna cara, un gesto con los ojos o
con las manos; son movimientos cortos, toscos, pero que
transmiten algo; espero que no sea compasión ni pena, no
me gustaría, pero qué puedo pedir, si tengo todo roto…
La voz no me sale, los dedos me duelen, la columna se
me dobla y me aplasto contra el colchón o contra los
almohadones que colocan de respaldo para que se me
atenúe el dolor y esté cómoda, ¡cómo si no lo estuviera!
Quizá transmita eso: tranquilidad. Porque la tengo, a pesar
de mi deterioro y del dolor que les provoco. Yo sé qué
hice, que viví, que me di gustos; también tuve disgustos,
y ahora los disgusto con este estado mío.
Nacido en 1973 en Buenos Aires, Mariano Liszczynski es profesor universitario y escribir es parte de su rutina profesional. También lo hace literariamente con cuentos y poesía, y desde hace unos años con la novela. Vive junto con su esposa y sus mascotas en un barrio con mucho espacio verde que vibra con el fútbol. Es un lector empedernido, disfruta los encuentros con amigos y la familia, y le gusta apreciar la naturaleza, la buena música y buenas bebidas. Estimular la mente imaginando mundos que abstraigan de la realidad pero sean reales es algo que lo desafía. | |
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