
 $ 25000 / Cuentos
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El sueño absoluto
Tres series narrativas integran este libro.
En Años de plomo las voces de la infancia detonan la memoria
sirviéndose de un lenguaje donde suenan las cifras y las claves del habla
de los mayores. El espacio goza de privilegio en la historia y el tiempo
funciona desplazado, desde un presente indefinido, pero reconocible para
el lector.
Los afligidos recrea maquinarias textuales donde la parodia es el
procedimiento del que se sirve el autor para indagar en las motivaciones de
un complot, con sus exageraciones e imposturas.
Mientras que, en De ahora y nunca, el presente contrasta con las
tradiciones. Vida y literatura tienden a confundirse y rondan los mitos.
El sueño absoluto es un libro que tensa la imaginación, el tiempo y el
espacio. Su lenguaje suena con voces familiares, incluso entrañables; pero
su principal característica es el ritmo, la sintaxis. La entonación que
embruja la lectura, porque son cuentos que no se pueden soltar.
Así escribe:
La tía nueva me llevó a la habitación de mis padres. La ventana
estaba entreabierta. Era una ventana baja, colonial. A pesar del
calor, en la calle no había mucho movimiento. Ella se sentó en el
sillón donde mis padres dejaban apoyadas sus ropas. Me entretuvo
con preguntas tontas: la escuela, los compañeritos, alguna
canción que me gustara cantar. Entonces, llegó el ruido del coche,
alborotando la esquina y, tras él, el eco de una enloquecida sirena.
Mi tía abrió de par en par las hojas de la ventana. El auto giró
ciento ochenta grados medidos según la idea de un semicírculo
gris y buscó la calle en sentido contrario a la mano. Luego, volvió
a girar, quemando cubiertas en el asfalto. La tía nueva me apretó
contra su cintura, y vimos cómo el coche que había surgido de la
nada burlaba a su perseguidor, igual que el ratón de las caricaturas
animadas. Cuando no se oyó más que un grillo a lo lejos, la miré a
la cara. Estaba un poco excitado por el espectáculo. Ella se sintió
en la obligación de decir: “Ladrones”.
HERNANDO QUAGLIARDI: nació en Buenos Aires en 1969.
Escritor. De formación abogado, recibido en Rosario, ciudad
donde vive y trabaja. Estudió literatura con el profesor
Roberto Ferro. Publicó relatos en diversas revistas literarias.
Desde el año 2014 colabora con contratapas mensuales en
Página 12 -Suplemento Rosario/ 12-. Publicó los libros:
Respirar en secreto (2015), novela ganadora del Il Concurso
de Narrativa Editorial Río Ancho -Rosario, El Plan Asja Lacis
(2023) ganadora del Vi Concurso de novela corta Rody
Moiron de la municipalidad de Junín, editada por Las Tres
Lagunas y participó del volumen colectivo: Diario de la
Contratapa-31 textos para celebrar 31 años de Rosario/12. Ha
recibido mención por su obra poética en el VI Concurso
Adolfo Bioy Casares de la municipalidad de Las Flores y en el
8vo. Concurso Nacional e Internacional d e Relatos
Crepúsculo. Ganó el primer premio del 4to. Concurso
Nacional de Literatura Fundación PROARTE Córdoba (2017. |
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 $ 25000 / Novela
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Dónde caerse muerto
Alguien dijo una vez que el problema del policial argentino es la policía argentina. La
frase encierra un chiste, y como todo chiste una verdad. El policial argentino nunca
podría inscribirse en la tradición clásica del asesinato en la habitación cerrada por
dentro, porque necesitaríamos otra sociedad: una en la que esos casos pudieran
desentramarse gracias a detectives distinguidos, expertos en lógica, que abordan la
intriga mientras disfrutan del té a las cinco de la tarde.
Sin embargo, parafraseando al príncipe Hamlet, algo huele muy mal en el policial
negro. En esta tradición que presiden desde el Olimpo norteamericano escritores
como Chandler, Hammet y Thompson, se inscribe con eficacia y elegancia la primera
novela de Elio Puntieri. Dónde caerse muerto nos sitúa desde el título en un mundo
donde las instituciones conspiran conjuntamente para corrompernos. Puntieri
escribió una historia atrapante y mordaz en la que resolver el enigma no restablece el
orden justo, porque la injusticia está en los cimientos de nuestra sociedad, pero
mantiene la tensión de principio a fin. En un puzzle de intereses cruzados, una Buenos
Aires sexy y sombría será escenario para el entrañable y refinado Morel, investigador
de seguros, en su cruzada por resolver un misterio y de paso -por qué no, si todos lo
hacen- obtener su propia tajada.
Natalia Moret
Así escribe:
Volvió a la casa para terminar de limpiar, y así dejar todo listo
para la mudanza del día siguiente. Esa noche dormiría en lo de
Felipe, su mejor amigo. Cuando ya estaba por salir, fue a tomar la
mochila que había dejado en el piso y notó algo raro en la parte baja
de la pared donde habían estado las cajas de Di Nucci. Parecía una
mancha, un raspón, una pelusa. Se puso en cuclillas para observarlo
de cerca y descubrió que se trataba de una palabra escrita en tamaño
minúsculo. Eran tres letras a lápiz con un trazo torpe y tembloroso.
Parecía el escrito de un chico que apenas sabía garabatear su
nombre: “Teo”.
ELIO PUNTIERI, (1972)
Nació en Caballito y creció en la Patagonia.
Trabaja como creativo publicitario audiovisual.
Publicó relatos en la antología Hilo, Papel y Tijera
(Orsai) y en la revista Calibre 38 (España). Amante
del policial, obtuvo el premio Bruma Negra 2020
(Plentzia, España) por su cuento Un cheaue de ocho
ceros, donde apareció por primera vez el personaje
de Camilo Morel, protagonista de su primera
novela, Dónde caerse muerto. Actualmente, se
encuentra trabajando en la segund |
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 $ 25000 / Relatos
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Tragar sin masticar
Darle al pico, listo el pollo, la piel de judas, metele pata, como bola sin manija. Las voces de Alberto Fernández San Juan tienen un efecto que gatilla dentro nuestro, en lo profundo. Su narrativa transmite contenido, -subjetivo, social, existencial- pero también establece contacto con el lector por la cadencia interna de su prosa, por esa manera reconocida en que hablan sus personajes, que es única y a la vez universal. Sus maneras pintan en nuestra mente una familia, un barrio, maneras de vivir y de ver el mundo; irradian sentido y nos transportan a un zaguán o a un porche, a una plaza o a una iglesia, una oficina, un tren o un tranvía.
Los lugares en estas historias son cercanos: familias en sus casas, en ese barrio o pueblo chico. Pero como toda buena literatura, lo que sucede dentro aparece vagamente ladeado e incorrecto. El drama de la vida, tratado con impertinencia y desfachatez, hace que estos cuentos nos interpelen. Alberto Fernández San Juan subvierte lo cotidiano volviéndolo inquietante y extraordinario. Entonces una madre abandona a sus hijos; las viejas son decrépitas y los chicos impertinentes. Claro que esa hilaridad sardónica -con aires de Copi, Manuel Puig, Aurora Venturini- encubre una visión seria de las cosas, donde lo más humillante y espantoso está, pero sin que nos demos cuenta.
Como ese trago amargo y vivificante al mismo tiempo, estos cuentos, reconfortan y nos vuelve más empáticos con la tragedia del mundo.
Laura Galarza
Así escribe: "Desde las mesas vecinas, parecen turnarse algunas de mis viejas compañeras de
curso para venir a saludarme. Vienen cargando algún bebé, o con chicos a la rastra. Me dicen dos pavadas y se vuelven a su mesa enseguida. Las tres marías ya tienen organizada
su mesa como un clan familiar autónomo. Cuando me estoy convenciendo de que armaron
esta mesa para mí sola, veo que se aproximan Coca y Graciela, vestidas casi iguales, sobrias, sin colores estridentes, apenas maquilladas. Parecen contentas de verme. No bien
se sientan, empiezan a hacerme preguntas que me descolocan: si me casé, si me separé, si tengo novio, si tengo hijos, si me gusta alguien de la fiesta. El interrogatorio de “Revista Hola” se interrumpe cuando, siempre torpe, se abalanza sobre la mesa Guillito, el traga del curso. Habla hasta por los codos; no se le entiende nada. Las chicas aprovechan para hacerle el cuestionario amoroso. Quedan dos sillas vacías. Cuando el animador da la orden de sentarse, estas se ocupan. Una de las recién llegadas es Marcela. A la otra no la
reconozco enseguida. Cuando me saluda con apatía, me doy cuenta de que es la que llegó en quinto año. Marcela está tal como la recuerdo: enérgica, suave, lejana. Me saluda como
si apenas me conociera. Pensar que éramos inseparables las tres, hasta que Silvana y yo
nos fuimos a estudiar... " / ALBERTO FERNÁNDEZ SAN JUAN es escritor, actor, dramaturgo y director teatral. Obtuvo la Beca Familia Podestá en 1996. Como narrador, se formó con Sandra Russo, Guillermo Saccomanno y Hebe Uhart. Publicó "Mal llevados" (Paradiso, relatos, 2019) y "Más vale una oración que una lágrima" (Paradiso, novela, 2022). Como dramaturgo es autor de "Lunamante", "Garras de seda" y "Buenas y Santas". Participó de las antologías "Letras desde el encierro" de PEN Internacional Puerto Rico y "Así vivimos", de PEN
autores latinoamericanos. |
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