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Novela / Cuento / Poesía
/ Leer para resistir





$ 25000 / Cuentos
Son simbólicas las flores

Personajes que escarban para saber quiénes son: ese podría ser el hilván de este libro, y la edad, la circunstancia vital, un detalle. Pero no. La mirada y la sensibilidad de los protagonistas son la médula, la condición de existencia de cada uno de los cuentos. Con levedad y agudeza, la autora punza la realidad y extrae perlas de la penumbra. Y allí, la maestría en el uso del bisturí para lograr el corte exacto que dé lugar al detalle que abre un mundo. Una pitada, una pregunta, un pensamiento rumiante: pareciera que el qué puede ser casi cualquier cosa, que importa más la atención que la narración posa sobre ese algo. La artesanía en la puntuación y en el uso de los silencios, la cadencia que conduce el desastre y la precisión léxica identifican a estos relatos al mismo tiempo que los particularizan. Es ahí, en ese doble gesto, con un pie puesto en la singularidad y otro en la misma filiación, que Son simbólicas las flores logra inscribirse en la maravilla que logran los libros de cuentos que nos gustan.

Valentina Zelaya


Así escribe: La heroica caminata lo lleva a ver su reflejo, de frente, en el vidrio de la puerta del balcón. Se mira atentamente: unos mechoncitos dorados despeinados; el resto, prolijo. El pantalón gris de jogging que eligió él mismo esa mañana, con la señal de Batman en el costado derecho. La remera blanca, que con tanto esmero se ocupó de no manchar al preparar el almuerzo. Y la capa violeta con vetas lilas que cuelga desde las tiritas enredadas en su cuello. Después de encontrarse con su reflejo, mira para afuera: aire de otoño. Delgadísimos rayos de sol reposan sobre partículas que flotan con movimientos pesados, casi imperceptibles, sin ir ni venir de ningún lugar. La luz de las cuatro de la tarde lo obnubila. Sospecha el ruido guardado dentro de esa luz del otro lado del vidrio. Siente piel de gallina. Sin parpadear, apoya las manos sobre su reflejo e intenta tocar aquella otra atmósfera a través de los tres milímetros de transparencia.

GABRIELA KOGAN nació en Buenos Aires el 22 de abril de 1992. Es médica generalista recibida en la UBA y realizó talleres literarios con Martín García Sastre y Valentina Zelaya (Mandolina Libros). Esta es su primera publicación.
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$ 25000 / Novela
Lo frágil de estar vivo

Facundo Gatti nos relata en Lo frágil de estar vivo que no todo lo que brilla es oro. Y qué mejor ambiente que el del fútbol para contar que las cosas, las vidas, penden de un hilo. Que nos muestran un mundo que parece perfecto, pero no lo es. Consumimos lo que nos dan las redes sociales y los medios de comunicación. Jugadores con el futuro económico asegurado, amor, salud, compañías. Desde afuera, pura envidia. A los 30 años, el futbolista empieza a pensar en el retiro, siempre y cuando no hayan aparecido antes las lesiones. Las consecuencias del sexo fácil pueden volverse un problema. Y el dinero, otro. La ambición. Lo humano en estado puro. Eso es lo que nos narra Gatti, a la vez que nos describe ciertos personajes que entran y salen para darle forma a un mundo que gira alrededor del fútbol, pero que va más allá de lo deportivo. Mientras la pelota ruede, estará todo bien. Sin embargo, cuando termina cada partido asoma la realidad. Esta historia nos muestra lo que no vemos o no queremos ver. Lo que se esconde debajo de la alfombra. Porque a veces preferimos que el circo de la perfección siga su camino para mostrarnos que sí, que es posible, que siempre hay algo mejor del otro lado. En Lo frágil de estar vivo, la primera y prometedora novela del autor, los problemas se mezclan cuando aparecen una modelo despechada, un padre ausente, un amigo de dudosa reputación, una psicóloga que organiza fiestas sexuales como parte de la terapia de sus pacientes. Cada uno de ellos le agrega un condimento a la historia. Gatti, periodista y abogado, utiliza a sus personajes para llevarnos directamente a la realidad a través de la ficción. Cuando terminen de leer Lo frágil de estar vivo entenderán por qué.

Alejandro Duchini


Así escribe: Vi por primera vez a Daniela Duffard hace 5 meses, en un estudio de televisión. La relación con Sofía estaba resquebrajada, aunque la posibilidad de conocer a otra persona fuera de mi círculo íntimo no entraba en mis planes. Nunca disfruté las entrevistas, pero en este caso el llamado vino por el lado de un conductor al que respeto profundamente, y no pude negarme. Era ese típico programa donde los invitados se sientan en semicírculo y hablan de su vida profesional en tono relajado. Iba a ser el único futbolista. También estaban invitados un actor, un político, una vedete, una modelo y una cantante —Daniela—. Hacía muchísimo tiempo que no escuchaba su nombre, como si se la hubiese tragado la tierra. Los productores buscaron el impacto, y quizás pensaron que ella podía contar alguna historia atractiva, del estilo “En estos años perdí toda la plata que gané”, o “Mis padres abusaron de mí, me fui de mi casa y ahora toco la guitarra en el subte para sobrevivir”.

FACUNDO GATTI (Ciudad de Buenos Aires, 1981) es periodista y abogado. Trabajó en medios como Radio Nacional, La Red y Agencia Télam, especializándose en el área de deportes. Formó parte de los talleres literarios de Selva Almada y de Diego Paszkowski. Lo frágil de estar vivo es su primera novela.
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$ 25000 / Novela
El restaurador

El Restaurador es la historia de Normando, una persona insignificante y estrafalaria que, desde pequeña, está obsesionada con desentrañar los misterios de la muerte. Cuando consigue emplearse en una funeraria para maquillar difuntos, siente que está en el mejor de los mundos para dar rienda suelta a su deseo. El éxito de sus trabajosos ensayos será, paradojalmente, causa de peripecias y tal vez, mayores desgracias. Álvaro Labarrère conoce a sus criaturas, que compone con la laboriosa y etérea materialidad del lenguaje, entregándonos una historia rica en humor y en tragedia, con deliciosas descripciones de sus personajes y de las aventuras a las que se enfrentan.


Así escribe: El anciano lo recibió con un silencio crispado que rápidamente fue interrumpido por una retahíla de insultos y reproches soeces, a los cuales les siguieron —con la política del “Res, non verba”— un “encantador” surtido de golpes que combinaba coscorrones, pellizcos, patadas y bofetadas. Aunque Normando trató de defenderse, no pudo impedir que el colérico loco que lo había engendrado le quitase el diploma flamante para proceder a desgarrarlo en mil pedacitos. Creía el demente que de esa forma tomaba justa venganza por aquello de la falaz efeméride que invocaba el aborrecido nombre de su hijo. En esta situación, Normando hizo, como era habitual, un colosal despliegue de su falta de carácter y, sin oponer más resistencia que la de hurtar el cuerpo a los golpes más duros, se dejó conducir hasta el percudido sofá familiar, donde un certero golpe de puño en el rostro lo arrojó y lo dejó dolorido y mal sentado. Luego de haber establecido tan claramente las pautas del diálogo, el padre retomó el uso de la palabra y dirigió a su hijo una estentórea y en buena parte incomprensible alocución,,,

ALVARO LABARRERE (Lima, 1967) es lector, escritor y psicoanalista (no necesariamente en ese orden) cuando la inspiración y el azar lo acompañan. Hasta el momento ha publicado Las Ciudades Invivibles (2016), Hospital Carroñas (2023) y el presente título: El Restaurador (Diotima, 2023).
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